sábado, 31 de octubre de 2020

31 de Octubre del 2020

Desde que tengo memoria, me encanta leer. 

Crecí en una familia donde no existía la comunicación. Nadie escuchaba, nadie hablaba más allá de lo necesario. Sin embargo, los libros me hablaban. Hablaban de mundos que no conocía, de amores trágicos, amistades leales y familias perfectas. 

Todo era válido en el papel.

En Blogger, se aplica casi la misma regla. Por ello empecé mi primer blog cuando tenía 13 años y los primeros fantasmas empezaban a asomarse fuera del closet. Escribir era terapéutico y encontrar personas del otro lado de la pantalla, que decían entenderte, era reconfortante. 

Elimine el blog un año después.

Tiempo después, a mis 19 años, abrí el presente blog con el fin de vomitar todos aquellos demonios que ya arrastraba y un par más que desarrollé en los siguientes años. Hablé de bulimia, depresión, autolesiones, relaciones tóxicas, un novio golpeador, una madre iracunda... Era mi pequeño mundo gris. Un reflejo de cómo veía la vida. 

Sin embargo,hace ya un par de meses que decidí eliminar toda y cada una de las entradas de este blog.

Leía mis historias y me atrapaban. Escribía y expresaba mi dolor, como hoy en día no puedo. Perdí esa capacidad. Pero por otro, sentí mucha nostalgia al ver a una persona total y absolutamente herida, odiando al mundo, odiando su vida y encima, afirmandolo frente a los lectores de este blog. 

Sé que probablemente hoy ya no queden ni un tercio de aquellos lectores. Pero aún así, me debo y les debo, empezar a escribir el otro lado de la historia, lo que pasa después del momento en el que la noche alcanza su punto máximo de oscuridad. 

Y no, aún no vomito arcoiris y no usó frases de Paulo Coelho. De hecho, la tristeza sigue acompañándome algunas noches. A veces siento ganas de pesarme y hacer dietas extremas. Otras lloro y me enojo sin motivo aparente. Pero estoy en el proceso de encontrar y encontrarme. Lo intento todos los días con libros, con podcast, con terapia, con meditación y ahora, con este blog...